
Durante cientos de años el ciclo menstrual femenino ha generado desprecio y aversión, al considerarle un sucio signo de pecado cuya existencia reforzaba la inferioridad de la mujer en la sociedad, claramente dominada por el hombre. Incluso hoy en día se piensa en la menstruación como en una desventaja biológica que transforma a la mujer en una trabajadora emocional, irracional, inestable, en la que no se puede confiar. En la cultura occidental, industrializada (…) rara vez se habla abiertamente de la regla, a menos que sea en términos médicos. Así, a pesar de tratarse de un proceso natural, sigue creando barreras entre madres e hijas, maridos y mujeres, hermanas o amigas, y provoca que muchas mujeres vivan odiándose a sí mismas y sintiéndose culpables por la depresión, irritabilidad, hinchazón y torpea que padecen durante esos días del mes.
¿Cuántas de ellas han transmitido su odio y su miedo a sus hijas, bien con palabras o bien a través de su comportamiento?
¿Cuántas han sufrido una primera experiencia menstrual aterradora por no saber nada acerca del tema o tan sólo conocer los aspectos clínicos, los cuales no explicaban en lo más mínimo el modo en que se sentían?
En la sociedad moderna, donde los ritos de transición ya no existen, ¿cuántas niñas realmente sienten que gozan del don de ser mujer, y a cuántas se las ha guiado para convertir esa experiencia en una fuente de crecimiento?
El hecho de que la mujer aprenda a descubrir los dones que encierra su propia menstruación y la vea en forma positiva hará que luego pueda ayudar a sus hijas a acepta su condición femenina y los ciclos que le son propios.
Hay muchas mujeres que sufren tanto mental como físicamente durante la menstruación; sin embargo, la ayuda que se les proporciona suele estar destinada solo a combatir los síntomas, pues la causa de su malestar, que obviamente es el hecho de ser mujer, no puede remediarse.
Bien es cierto que hoy en día ya empieza a aceptarse la existencia del síndrome premenstrual, pero sus efectos aún siguen considerándose negativos y destructivos. La realidad es que la mujer tiene que hacer un gran esfuerzo para que la sociedad, la ciencia médica y las leyes acepten que su menstruación le hace experimentar un estado alterado de conciencia, con el hándicap añadido de que lamentablemente ya no cuenta con ninguna estructura ni tradición que le ayude a comprender y utilizar esa conciencia de forma positiva. Es más: la visión lineal que tiene la sociedad acerca del tiempo y la realidad hace que a la mujer menstrualmente activa le resulte difícil darse cuenta de su cualidad cíclica, así como aceptar y aplicar este hecho en su vida. (…) Así pues, si la mujer realmente toma conciencia de que su vida menstrual es una expresión de un ser de naturaleza cíclica, comenzará a ver que forma parte de los grandes ritmos del universo, aceptará aún más su verdadera condición y conseguirá traer la armonía a su vida.
Miranda Gray, Luna Roja
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